martes, 24 de marzo de 2009

Crisis y terrorismo

Cualquier predicción en materia de terrorismo tiende, desgraciadamente, a ser inexacta por la gran cantidad de variables que componen la realidad de este peculiar y trágicamente desestabilizador tipo de delincuencia. Las consecuencias de un solo atentado realizado por un grupo aislado sin apenas infraestructura, o incluso de un “lobo solitario” (denominación de Javier Jordán), puede tener una repercusión social, política, e incluso estadística, más dramática que las acciones realizadas por organizaciones asentadas y consolidadas durante años en un territorio y contra las que sí se han podido desarrollar herramientas preventivas eficaces. No obstante, los criminólogos nos empeñamos en seguir analizando todo tipo de delincuencia con el fin de elaborar teorías, prospecciones y perfiles variados, que ayuden a elaborar políticas preventivas válidas. Nuestra aspiración debe consistir en que estos pronósticos queden debidamente desautorizados por las estadísticas, gracias a que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y los Servicios de Inteligencia hayan podido desarrollar los adecuados mecanismos de prevención en base a dichas prospecciones. Y por encima de todo ello, nos gusta discutir sobre cuestiones para las que no hay una única solución, o directamente, no hay solución alguna. Es por ello que considero oportuno lanzar una pregunta interesante desde el plano teórico-criminológico, pero muy inquietante desde la perspectiva social:

¿Puede la actual crisis económica generar un futuro incremento de la actividad terrorista?

Los últimos estudios desde el ámbito de la Psicología Social descartan como claves exclusivas para explicar el terrorismo las tesis psicopatológicas individuales, así como las estrictamente socioestructurales. Es decir, la violencia terrorista no encuentra sus orígenes en alteraciones psiquiátricas, o en trastornos de la personalidad de los miembros de la organización, ni en causas meramente sociales basadas en situaciones de desigualdad o marginalidad. Son los elementos psicosociales explicativos del terrorismo los que definen de mejor manera las razones de este tipo de violencia; según Luis de la Corte, en el fenómeno terrorista, mediante un método de influencia sociopolítica, unas minorías tratan de influir en las mayorías para introducir, a modo de propaganda, ideologías radicales; el acceso a la organización se produce mediante un modelo de interacción social en el que un entorno familiar o cercano profundamente ideologizado, política o religiosamente, influye de manera decisiva en la adscripción terrorista.

Según lo anteriormente expuesto, la crisis económica no debería influir en el surgimiento del fenómeno terrorista, pues se trataría de una causa meramente socioestructural; pero según mi criterio, sí ha de influir necesariamente en sociedades en las que la base de apoyo social al fenómeno terrorista existe previamente, aunque sea por otras razones ajenas a la desigualdad social. La crisis no puede considerarse como causa del fenómeno terrorista, pero sí como un posible elemento de incentivación del mismo. Ted R. Gurr decía que la violencia política nace de la frustración; por lo tanto, el paro y la marginalidad (que toda crisis económica genera) pueden crear un clima de insatisfacción social que fomente la idealización por parte de los jóvenes de aquellos a quienes ven, distorsionadamente, como auténticos liberadores de la patria, salvadores frente a los infieles, en resumen, luchadores por un cambio ante una situación de desasosiego vital.

Los grupos terroristas de origen etnonacionalista, como ETA o el IRA, tienen una base social muy importante, contraria en muchos casos a la violencia, pero afín a la ideología que representan. Los estímulos externos que incentiven dicha fuerza social tienen innumerables orígenes, y uno de ellos, aunque no sea necesariamente el más importante, puede ser la frustración generada por las consecuencias de una crisis económica de dimensiones desconocidas. El terrorismo islamista tampoco tiene su fundamento en las desigualdades sociales, pero sí encuentra un caldo de cultivo perfecto para su desarrollo en los entornos marginales.

El Ministerio de Interior y los Servicios de Inteligencia deben estar trabajando en medidas proactivas de prevención de la criminalidad que surja como consecuencia de la crisis. Entre esas medidas no deben olvidar el fenómeno terrorista y estudiar a fondo algunas de las posibles causas que han podido generar, entre otros, los últimos atentados en Irlanda del Norte.

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