miércoles, 25 de febrero de 2009

Tratar el desarraigo como método preventivo

El Dr.García Andrade, institución andante donde las haya en el proceloso mundo de la Criminología, auténtico pope de la Psiquiatría forense, presentó en El Mundo de ayer (24.02.09) un breve pero apasionante análisis sobre la importancia de tratar el desarraigo para frenar la epidemia de homicidios de violencia doméstica que se están registrando.

Apuntaba que factores como "la humillación, el paro, la inmigración y la ruptura de la pareja son las principales causas en la génesis del desarraigo", y que esto explicaría por qué cerca de la mitad del total de los referidos homicidios se producen entre parejas de inmigrantes.

Pese a presentar tan sólida fundamentación, el Dr. inexplicablemente soslaya otros elementos de vital importancia en lo que atañe a la colectividad inmigrante: los factores culturales; convendría recordar que en la mayoría de los países de origen de las parejas agresoras existen muy profundos prejuicios que conducen precisamente a la humillación y al ataque a la autoestima femenina, como es el machismo. Constatar esta rama de factores culturales es un paso imprescindible para estudiar otras medidas de reeducación del agresor en el tratamiento global que demanda.

En la segunda parte del artículo el doctor utiliza como excusa esta referencia al desarraigo para ejecutar un radical cambio de tercio y criticar la reacción que en la sociedad se está poniendo de manifiesto respecto a las voces que claman por la cadena perpetua en casos como el de Marta del Castillo, para acabar ligando, a mi entender de forma un punto artificiosa, este clamor con indicios de un supuesto giro hacia el espíritu que animó la Ley de Vagos y Maleantes. Si bien comparto que la sociedad no puede disponer de la vida de nadie, la primera función de la ley penal es proteger precisamente la vida y a la sociedad; entiendo que las voces que se alzan pidiendo alargar las penas no piden sino protección, e intentar hablar al pueblo llano de esperanza y de reinserción sólo cabría en un sistema penitenciario perfecto, donde realmente existiesen esos métodos científicos para valorar la peligrosidad que afirma el reputado psiquiatra.

Efectivamente, "Odia el delito, y compadece al delincuente", a lo que cabría apostillar "pero antes que nada asegúrate de que no vuelva a atarcarnos".

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