miércoles, 11 de febrero de 2009

Nueve décadas de Criminología en el cine americano


Este post no pretende ser una aproximación sistemática a la relación entre la Criminología y el cine, sino más bien una exhibición incompleta de reflexiones en torno a mis dos grandes vocaciones, una cumplida, la otra pendiente para un futuro indefinido, quizá en la jubilación...

El lenguaje audiovisual ha abordado el mundo del crimen desde ópticas muy variadas y de manera profusa. Voy a centrarme en el cine y televisión norteamericanos, pues al fin y al cabo, y aunque nos pese, son los dominadores de la industria del entretenimiento desde hace más de un siglo.

Los años 20 y 30 son las dos décadas de oro del cine de gánsteres. La criminalidad procedente del negocio en torno al alcohol generado por la Ley Seca, combinado con la crisis económica del 29, nos brindaron un puñado de obras maestras protagonizadas por duros como James Cagney.

En los años 40, los gánsteres ceden su protagonismo a detectives privados, cínicos y violentos, personajes extraídos de novelas de Dashiell Hammett o de Raymond Chandler, con métodos de investigación deductiva, y un altísimo grado de individualismo en la línea de sus referentes inmediatos creados por Conan Doyle o por Agatha Christie. Bogart, como actor, y John Huston o Howard Hawks como directores, son el máximo exponente del que los franceses de Cahiers du Cinemà convirtieron en un género mayor y denominaron Film Noir o Cine Negro Norteamericano.

El cine social de los 50 afrontaba el estudio desde una percepción dominada por la Criminología Social con algunos retazos de Psicoanálisis; como respuesta a La Caza de Brujas y al anticomunismo imperante en la política estadounidense, nace un cine social, de marcado carácter progresista, donde existe un esfuerzo por comprender la génesis del delito y justificar las conductas desviadas en base a criterios sociológicos.

En los años 60 se produce un resurgir de la Criminología Biologicista, con interpretaciones procedentes de la Psiquiatría Forense, de la criminalidad de naturaleza psiquiátrica; Norman Bates, el esquizofrénico protagonista de Psicosis, o El estrangulador de Boston, son ejemplos claros de esta tendencia.

En los 70 y 80 el cine policiaco apostó por el realismo y por la descripción objetiva, un cine pesimista y sucio que muestra una realidad dominada por la droga y la corrupción en torno a ella. Con Scorsese y Coppola a la cabeza, vuelve el cine de gánsteres y mafias, con justificaciones de la criminalidad de naturaleza exógena, en torno al narcotráfico, al crimen organizado y las consecuencias que ello genera.

En los 90 entramos en el reino de la Psicología Forense, con psicópatas serial killers dominando las pantallas, gracias al atractivo que genera una combinación de inteligencia extrema junto con una absoluta ausencia de sentimientos. El Silencio de los Corderos representa el paradigma de la maldad de naturaleza endógena, con Hannibal Lecter personalizando el mal refinado y brutal.

El siglo XXI ha comenzado con una obsesión por la amenaza terrorista, con un síndrome de desprotección tras los atentados del 11S, y un planteamiento más belicista que policial. Por otra parte, la televisión ha tomado un protagonismo excepcional, gracias en gran parte a la enorme calidad de las producciones de los canales de Cable que han obligado a subir el listón de riesgo de todas las productoras.

Estamos en la década dorada de la Criminalística audiovisual, que ha entrado de lleno en el universo popular gracias a la influencia incontestable de la serie CSI que ha permitido que el gran público conozca el luminol, el AFIS o la importancia de las larvas para la datación de una muerte; pero también que los profesionales que nos dedicamos a esta materia tengamos que justificar nuestra “lentitud” cuando tardamos en elaborar un informe criminalístico más de 55 minutos...

4 comentarios:

  1. Me parece muy interesante tu retrospectiva, sería estupendo que la ampliaras por géneros.

    En lo referente a psicopatologías criminales, la referencia a Norman Bates me ha traído a la mente un trabajo sobre cine y salud mental fundamental para conocer a los enfermos protagonistas (no todos son psicópatas en las películas): "a pesar de que el personaje de Norman Bates (Anthony Perkins) se presenta como un caso de trastorno de identidad disociativo según el cual la figura de la madre sería una segunda personalidad que termina dominando por completo la mente de Norman, desde la psiquiatría se propone una explicación alternativa que entiende que el protagonista del film padece una esquizofrenia paranoide y la figura de su madre es delirio asociado a alucinaciones" (Cita de: http://www.usal.es/~revistamedicinacine/Volumen_2_1/n3/esp_3_htlm/Psicopatol.htm ).

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  2. Es indudable el potencial didáctico de series como CSI, en cuyos episodios aportan explicaciones científicas extremadamente clarificadoras (ilustraciones perfectas para una Escuela de Criminalistas.

    Sin embargo, estas series, que yo calificaría de Ciencia Ficción (¿representaciones holográficas en las autopsias, resolución de análisis en minutos, bases de datos sobre materias de lo más dispar...?) crean efectivamente expectativas extremadamente irreales sobre el trabajo criminalista.

    Me consta que los americanos NO cuentan con los recursos que exhiben las series (de hecho, sólo un puñado de laboratorios en todo el país llegan al nivel de los españoles de la Policía y Guardia Civil), y es ingenuo pensar que el entomólogo sea a la vez el experto en Balística y en trazas instrumentales. Aunque en EE.UU. existiesen los equipamientos (y la formación absolutamente erudita de todos los personajes), para hacer realidad estas turbo-resoluciones tendrían que disponer de miles de estos super-laboratorios, ya que el volumen de casos los colapsaría(por muy rápidos que fueran los análisis, forzando las leyes de la Física y de la Química).

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  3. Estimados Irene y Birdwhistle, estoy absolutamente de acuerdo con vosotros y, desde luego, existe una gran distancia entre la realidad de la criminalística y lo que podemos apreciar en pantalla; no obstante, hay que reconocer que el tema es apasionante e iré ampliándolo poco a poco. Habría que distinguir la calidad artística, en cuanto a producto de entretenimiento, con respecto a su verosimilitud científica, no necesariamente coincidentes. CSI está en un equilibrio difícil de conseguir, muy meritorio en el caso de CSI Las Vegas, pese a las "irrealidades" que bien has reflejado, pero con una enorme carga de adulteración científica en las otras entregas, fundamentalmente en CSI Miami con un Super-Horatio que aúna la inteligencia deductiva de Holmes con la capacidad resolutiva de Harry el Sucio.

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  4. Totalmente de acuerdo con la valoración de CSI Miami; es hilarante el nivel de erudición de HC en todas las áreas de criminalística (aunque pocas veces se le ve con la bata y los guantes pringándose) y resulta tan operativo que parece más bien que dirige una unidad táctica y no un equipo de policía científica. Por cierto, tengo un amigo que llama a este personaje "el quelonio", por su persistente costumbre de sacar la cabeza estirando el cuello mientras habla de lado y se quita las gafitas-pose, ...

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